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De enemigo a amigo
La palabra «sargazo» de por sí ya suena como un insulto. Esa alga marrón, que parece estar empeñada en arruinar las vacaciones de nosotros los caribeños, ha sido el cuco de las playas durante años. En su hábitat natural, estas algas hasta sirven para un ecosistema especial, pero desde el 2011 se viene convirtiendo en un dolor de cabeza. Cuando llega a la costa huele mal, mata peces y le da mucho trabajo extra a los que limpian las playas. El sargazo llegó a ser más despreciable que El Chacal de Sábado Gigante, pero como dice el dicho: «si no puedes con tu enemigo, únete a él». Ahora resulta que lo que fue una amenaza para la economía marina tiene más potencial que Will Smith en la película En busca de la felicidad.
¿Qué es el sargazo?
El sargazo es una macroalga flotante que se origina principalmente un área del Atlántico que se llama el Mar de los Sargazos. Este mar parece una alfombra flotante de algas, pero ahí encuentra refugio y alimento, animales como las tortugas bobas y las anguilas, y algunos peces y crustáceos lo usan como escondite. Es decir, el sargazo es una chulería en alta mar; el problema comienza cuando llega a las costas en grandes cantidades.
Pero… ¿Por qué se convirtió en enemigo?
Bueno, aquí el calor no es mental. Desde el 2011 viene el cambio climático dándole en la madre a todos, incluyendo a los océanos. Las temperaturas más altas del agua, junto con aumento del CO₂ (dióxido de carbono) en la atmósfera, facilitan la expansión del sargazo desde su hábitat original hacia otros sitios, pero principalmente nos azara a nosotros en el Caribe. Encima de eso, los ríos que desembocan en el océano transportan grandes cantidades de fertilizantes. Eso es comida para estas algas y por eso se reproducen más rápido.
El tema no es que llegue, es la cantidad y lo que pasa cuando llega a la costa: problemas ecológicos y económicos. Al cubrir la superficie del agua, bloquea la luz solar, afectando a los corales y otros organismos marinos que dependen de la luz para sobrevivir. Encima de eso, cuando se descompone hay que taparse la nariz, porque libera gases como el metano y el ácido sulfúrico, que tienen un olor terrible y pueden causar problemas respiratorios en humanos.
En términos económicos, pues dime tú si a los turistas les interesaría una playa llena de esa desgracia. Aparte de quienes deciden no venir si hay un problema con esto, se va un dineral limpiando las playas, y muchas veces, el sargazo vuelve como Pedro por su casa poco después de ser socio.
¿Cómo se convirtió en socio?
Como hasta un reloj dañado da la hora exacta dos veces al día, varias empresas y organizaciones han comenzado a pensar en sacarle provecho al sargazo y convertirlo en un producto sostenible. Para eso se requiere, claro está, tecnología, innovación y mucho tiempo de investigación.
Nosotros en República Dominicana hemos picado alante con este tema de sostenibilidad con el lanzamiento de SOS Biotech, la primera empresa de biotecnología azul del país, derivada de SOS Carbon. Se llama biotecnología azul porque se usan recursos del mar como algas y microorganismos marinos para desarrollar medicamentos, mejorar la producción de alimentos, generar biocombustibles y fabricar materiales ecológicos, todo con un enfoque en cuidar el medio ambiente.
Aquí hay una buena noticia para los agricultores, porque a partir de estas algas, SOS Biotech ha desarrollado productos como el Marine Symbiotic, que es un bioestimulante agrícola que mejora la salud del suelo y aumenta la producción agrícola en un rango de 25-45 % (recuerda que dijimos que el sargazo es rico en nutrientes). Otro es el Marine Blossom, un conservante diseñado para prolongar la vida de las flores frescas en tu casa.
Da para más
Nada, es bueno saber que el sargazo está dejando de ser solo un problema y se está convirtiendo en un recurso que puede generar empleo y proteger al mismo medio ambiente. Y si con el alto contenido de carbono se pudiera convertir en biocombustible, daríamos el palo del siglo. Además, los investigadores han descubierto que esta alga también puede transformarse en materiales de construcción, como ladrillos sostenibles y de bajo costo. Ahí sería Don Sargazo.
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