- El Brifin
- Posts
- Grieving is learning
Grieving is learning
Serie Especial Parte 2


Grieving is learning
El duelo es una forma de aprendizaje. Y lo pusimos en inglés porque la verdad que suena mejor así, más corto. Esa es la premisa que abre esta segunda parte del duelo.
Duelo, duelando
Realmente no existe esa última palabra, por eso es que usaremos prestadas del inglés para entender una diferencia entre dos palabras que en español se traducen casi igual. Y por eso haremos la diferencia comparando las dos palabras. Grief es el sustantivo: el dolor, la pena, el duelo como experiencia emocional. Es lo que se siente. En español se traduce como dolor, pena profunda o simplemente duelo (aunque este último puede prestarse a confusión con el proceso de duelo). Por ejemplo: «Después de la muerte de su madre, sintió un grief profundo».
Grieving es el verbo en forma continua, o sea, el acto de atravesar ese dolor, el proceso activo de sentir y manejar la pérdida. En español se puede traducir como estar de duelo, procesar una pérdida, vivir el duelo o atravesar el dolor.
Para entenderlo mejor, el grief (dolor/pena) nunca termina, y es una respuesta natural a la pérdida. Uno sentirá esas oleadas de grief por esa persona específica para siempre. Tendrás momentos concretos que te van a poner en baja, incluso años después de la muerte, cuando ya uno haya reconstruido su vida.
Según explica Mary-Frances O'Connor en su libro The Grieving Brain, siempre sentirás esa emoción universalmente humana que es el grief, pero tu grieving —tu adaptación— cambiará la experiencia de cómo se siente, pero con el tiempo.
Repasando: el duelo como emoción cruda y permanente no cambia. Ahora bien, el duelo como proceso, como tu manera de adaptarte, eso sí cambia con el tiempo.
¿Qué aprendemos entonces?
Esa es la pregunta clave. Y es algo que nadie quisiera aprender, pero hay que hacerlo. Porque si en la primera parte dijimos que el duelo no es solo tristeza sino craving, ahora toca ir más allá: ¿qué hace el cerebro con ese deseo no resuelto? ¿Qué pasa cuando lo que se anhela ya no puede volver?
Vamos a mantenerlo sencillo, que estamos en Semana Santa. Lo que pasa es que el cerebro, literalmente, tiene que aprender a vivir con la ausencia. Pero no cualquier ausencia: una ausencia que duele, que contradice todo lo que habíamos asumido sobre esa persona. Una ausencia que interrumpe no solo una rutina, sino una identidad compartida.
Según la teoría "Gone-But-Also-Everlasting" propuesta por Mary-Frances O’Connor y Saren Seeley, el duelo se explica como un conflicto entre dos sistemas de memoria:
Por un lado, el cerebro mantiene un conocimiento profundo y semántico: esa persona siempre será parte de mí. Siempre estará ahí.
Por el otro, está el recuerdo episódico, puntual, de la muerte: el funeral, el hospital, el mensaje que lo confirmó.
Dos verdades que chocan. Una dice «se fue para siempre». La otra dice «todavía está aquí». Y ese cortocircuito genera una especie de error de predicción. El cerebro sigue esperando una presencia que ya no vendrá. Y es solamente la repetición —de mañanas sin ella, de días sin él— la que puede enseñar poco a poco que la expectativa ya no se cumplirá.
Así, el duelo se convierte en aprendizaje. No es inmediato. No es teórico. Es vivencial. Y requiere tiempo, como todo proceso de aprendizaje o neuroplasticidad.
Caminar tras perder una pierna
Esa metáfora parece exagerada, pero se parece bastante. No se trata de olvidar que tenías una pierna ahí. Se trata de reaprender a moverte sin ella. De que tu cuerpo —y tu mente— entiendan la nueva realidad, aunque cada cierto tiempo sigan sintiendo la pierna fantasma.
Y si este aprendizaje no se da, aparecen las complicaciones. La más conocida: el trastorno de duelo prolongado (PGD, por sus siglas en inglés). Que no es solo un duelo que no pasa, sino un bloqueo en ese proceso de actualización interna. El modelo cerebral no logra integrarse. El deseo sigue activo. Y cualquier recordatorio —una canción, una prenda, un olor— reactiva todo desde cero.
En esta línea, un estudio de 2018 publicado en la revista Heliyon por Mairead McConnell, William Killgore y Mary-Frances O’Connor, mostró que mientras las personas veían imágenes de sus parejas fallecidas dentro de un escáner fMRI, la intensidad del yearning (anhelo persistente) se correlacionaba con mayor actividad en una zona del cerebro que está asociada con rumiación y tristeza profunda. Cuanto más anhelaba la persona, más activa estaba esa región.
¿Por qué se complica?
Esto sugiere que el duelo complicado no solo se trata de deseo, sino también de patrones de pensamiento repetitivos difíciles de apagar. En otras palabras, el duelo se vuelve más difícil cuando no puedes dejar de pensar en quien se fue, como si aún pudiera volver.
Según The Grieving Brain, hay varios factores que dificultan este aprendizaje:
Una identidad demasiado entrelazada con la persona fallecida.
Altos niveles de dependencia emocional antes de la pérdida.
Estilos de apego ansioso o evitativo.
Alteraciones estructurales en el cerebro, como un volumen reducido del hipocampo (clave para la memoria y el aprendizaje).
Y también hay trampas emocionales que sabotean el proceso, aunque parezcan inofensivas:
La evitación: no querer hablar, ver fotos, visitar lugares relacionados.
La rumiación: repetir una y otra vez los «qué hubiese pasado si…».
Ambas estrategias evitan el contacto real con la pérdida. Y como todo aprendizaje necesita experiencia, evitar esas experiencias solo alarga el duelo.
¿Qué dicen los que saben?
Que no tienes que dejar de amar a esa persona. Pero sí necesitas aprender a dejar de buscarla donde ya no está. Porque a veces sabes que esa parte de tu vida ya no está, pero la sigues sintiendo. Sigues reaccionando como si siguiera ahí. Tu cerebro no está roto. Está funcionando perfectamente… según lo que sabía antes.
Entonces, lo que se propone no es anestesiar el apego, sino desacoplarlo de la expectativa de presencia. Mantener el amor, pero actualizar el mapa. Tener una vida en la que esa persona ya no está, pero donde su significado permanece.
Porque aprender a vivir con el duelo no es aprender a dejar de querer. Es aprender a querer distinto. A querer en ausencia. A querer sin presencia física. A querer desde la memoria.
Grieving is learning. Y aprender a perder, aunque duela, también es una forma de seguir vivos.
Nota final: Estos especiales no buscan sustituir la ayuda de profesionales de la salud mental. Nuestro objetivo es aportar, no reemplazar. Si estás viviendo un duelo complicado o prolongado, te invitamos a buscar apoyo clínico. A veces, pedir ayuda no es el final de la lucha, sino el comienzo del aprendizaje.
Reply