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Te sientes roto, pero es craving
Serie Especial Parte 1


Te sientes roto, pero es craving
Esa es la idea con la que queremos que arranque este especial. Aunque necesario a veces, esta no será una explicación sobre un consuelo genérico: que el tiempo todo lo cura, que todo pasa, que hay que ser fuerte. Este Brifin será parte de una serie basada en algunos trabajos de la psicóloga Mary-Frances O’Connor, quien es prácticamente una autoridad mundial en cuanto a duelo se refiere. Ha escrito dos libros importantes sobre el asunto, The grieving brain y The grieving body. También tomamos apuntes del episodio de Andrew Huberman titulado The Science & Process of Healing from Grief. Adicional, consultamos otros estudios publicados en NeuroImage y PubMed.
No somos psicólogos. Esto no es una guía clínica. Esto es un intento de entender mejor cómo se vive el duelo y compartirlo con quienes lo estén atravesando. Así que aunque no lo estés viviendo ahora, siempre conviene entender por lo que están pasando los demás o por lo que pudiera pasar uno cuando le toque. Esto es lo que hemos aprendido hasta ahora.
¿Qué me pasa?
El duelo no es solo tristeza. Es deseo. Es anhelo. Es craving. Como cuando el cuerpo pide un trago, un mensaje, una hamburguesa, una última mirada. Y así mismo es como cuando el cerebro se aferra a la posibilidad de volver a ver a esa persona, aunque sepa —racionalmente— que ya no está.
Uno pensaría que el cerebro está desmotivado, pero en realidad es en un estado de motivación. Motivación por ver, por encontrar, por hablar, por abrazar. Según Huberman, esto es probablemente la razón por la cual los antidepresivos no funcionan bien para superar una etapa de duelo.
En un estudio hecho por un equipo de investigadores de la Universidad de California en Los Ángeles —liderado por Mary-Frances O’Connor—, se analizó con resonancia magnética funcional la actividad cerebral de mujeres en duelo. Encontraron que en las participantes que tenían un “duelo complicado” o “duelo patológico” se activaba una región clave del sistema de recompensa cerebral.
Sistema de recompensa
Esa es la parte del cerebro que se activa cuando deseamos algo con fuerza. Cuando anhelamos. Cuando buscamos. Es el mismo sistema involucrado en el placer anticipado, la motivación, e incluso: en la adicción. Es decir: hay gente que no solo sufre por la pérdida, sino que también, sin darse cuenta, se vuelve “adicta” a esa ausencia. Pero no adicto a sufrir la pérdida, sino una adicción a recordar. A revivir. A esperar lo imposible.
Y esto no solo puede explicar el duelo prolongado. Explica también por qué, a veces, recordar duele tanto. Porque lo que duele no es solo el vacío: es que el cerebro sigue funcionando como si pudiera llenarlo. También algunos psicólogos explican el duelo no como una emoción estática, sino como un estado motivacional. El cerebro se pone en modo búsqueda, como si hubiera chance de recuperar al ser perdido.
Huberman en su episodio hace una comparación interesante, que ese estado sería como el equivalente emocional a tener un vaso de agua frente a ti cuando estás muriendo de sed, pero cada vez que intentas agarrarlo, se aleja un poco más. El problema es que ese craving no encuentra satisfacción. Porque el objeto del deseo ya no existe en el plano físico. La persona ya no está. Y entonces, el cerebro necesita hacer algo que toma tiempo, energía y muchas veces, ayuda profesional: necesita remapear.
¿Remapear qué?
Nuestra representación mental de esa persona. Este es otro de los trabajos de O’Connor. Suena raro, pero nuestro cerebro ubica a los demás en un mapa tridimensional compuesto por tres dimensiones: espacio, tiempo y cercanía emocional.
El espacio responde a la pregunta: ¿dónde está esa persona?
El tiempo nos dice: ¿cuándo la veremos de nuevo?
Y la cercanía emocional define: ¿qué tan importante o presente es para mí?
Cuando alguien muere, ese mapa se rompe. Y si alguien muere abruptamente, pues igual de abrupta es la ruptura de ese mapa. La coordenada espacial desaparece. Ya no están "en la casa", "en el trabajo" o "en la cama". La coordenada temporal queda en blanco: no hay una próxima vez. Se supone que lo vería mañana. Se supone que la vería esta noche. Pero la cercanía emocional se queda activa. El cerebro sigue sintiéndola cerca, buscándola, como si nada hubiese cambiado. Como si, en cualquier momento, pudiera volver.
Ahí es donde duele más. En la contradicción. En esa disonancia entre saber que alguien ya no está… pero seguirlo esperando. Ahí es donde el cerebro de uno le juega una trampa neurológica cuando tiene duelo complicado. Según los expertos, para salir de la trampa hay que volver a dibujar el mapa: darle al cerebro nuevas coordenadas simbólicas para ubicar a esa persona en la memoria, no en la realidad física.
¿Qué es lo que hace?
El remapeo no borra. No olvida. La idea del remapeo es transformar. Lleva a esa persona a un lugar más abstracto, pero también más llevadero. En vez de estar "en el futuro", ahora está "en mi historia". En vez de estar a ley de una llamada, de un WhatsApp o de un “voy de camino”, ahora vive en el fondo de una canción, en un olor, en una frase que se quedó para siempre. Y para las personas creyentes, puede vivir en la esperanza de poder verlos otra vez en algún reencuentro.
Los científicos dicen que este proceso de adaptación —este remapeo consciente o no— es lo que permite que el duelo deje de doler como herida abierta y empiece a sentirse como cicatriz. Y como toda cicatriz, puede doler de vez en cuando. Pero también puede recordarnos que sobrevivimos.
Ese proceso toma tiempo. Y en muchos casos, es lo que separa el duelo complicado del no complicado. Ambos duelen. Ambos extrañan. Pero uno logra reacomodar la ausencia. El otro se queda atrapado en el deseo no resuelto. Esta es solo la primera parte. Porque si el duelo es un proceso, también lo es hablar de él.
Espera el próximo sábado la segunda parte.
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